Historia de un ‘gota a gota: así me quedé sin el pan y sin el queso

16-07-2020

Los prestamistas de créditos gota a gota siguen acechando a los colombianos. Han aprovechado los momentos de crisis para llegar a la puerta de miles de personas y presentarse como la mejor opción de crédito.

Los trabajadores informales han sido y siguen siendo las personas más propensas a pedir este tipo de créditos, pues la dificultad que tienen para acceder al mercado financiero formal los pone en bandeja de plata para los ‘gota a gota’.

Hay quienes conocen el alcance de este mercado financiero informal y acceden a él por simple necesidad. Pero hay otros que desconocen por completo el panorama detrás de esto y terminan perdiendo hasta su medio de sustento, como le ocurrió a Lucy Sánchez hace unos años.

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Lucy se dedicaba a las ventas ambulantes de comida rápida en el barrio Villas de Granada de Bogotá, cuando un problema familiar la obligó a buscar dinero de manera inmediata y desesperada. Tocó todas las puertas posibles, pero ninguna abrió. Fue ahí cuando un prestamista ‘gota a gota’ que conocían los comerciantes del barrio fue su única salida.

Para cubrir su urgencia familiar, Lucy pidió prestado $2.000.000 que debía pagar en un mes. Por eso firmó al prestamista una letra en la que se establecía un pago diario de $150.000. Eso significaba que iba a terminar pagando $3.900.000 en tan solo un mes.

El panorama desde el principio pintaba bastante oscuro, pues aunque a Lucy le iba muy bien con su carro de perros calientes y tenía muy buena clientela, habían días en los que las ventas no superaban la cantidad de la cuota que debía pagar.

“Realmente la urgencia y la necesidad que tenía en ese momento me encegueció. Solo pensé en cubrir lo que estaba necesitando mi familia sin pensar en las consecuencias que esto podría generarle”, señala Lucy.

Los 10 primeros días fueron fáciles de solventar, “pero al día 11 todo comenzó a asustarme. Aunque estaba siendo muy cumplida con el pago de la deuda, me vi en la necesidad de llamar al prestamista y pedirle un día de espera. Él, con un tono amenazante, me dijo que la espera no era gratis y que debía pagarle el interés sobre el interés o que debía atenerme a las consecuencias”, agrega.

Al ver que debía pagar dos cuotas y el interés atrasado de una, Lucy tuvo que comenzar a pedir prestado a sus amigas que tenían negocios en el sector y de esta manera poder cumplirle al pagadiario.

Endeudarse más y más era su única salida, pero ya ninguno de sus conocidos podía sostener su deuda. A 10 días de terminar de pagar lo que debía, comenzó a ver que le iba a ser imposible librarse de ese ‘gota a gota’.

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Aunque el prestamista había sido flexible al principio, solo con la condición de que Lucy pagara más intereses, se cansó de que ella ignorara las llamadas. Un día llegó en una camioneta hasta el lugar en el que Lucy acomodaba su carro de perros calientes, en compañía de cuatro hombres. Sin mediar palabra, dos de ellos la arrinconaron mientras otros dos alzaron la carreta y la montaron a la camioneta.

El prestamista la amenazó y le aseguró que hasta que no recibiera el dinero completo que le adeudaba no iba a tener de vuelta su carro. “Fue ahí cuando me quedé sin el pan y sin el queso, pues sin mi carro de perros era imposible que yo pudiera pagarle”, señala.

Sin duda, este fue uno de los momentos más difíciles por lo que Lucy había pasado en su vida. Pero ella asegura, que siempre ha estado convencida que después de la tormenta siempre llega la calma y así fue. “Se me apareció la virgen, como decimos”, dice entre risas.

Belcy, quien administraba una salsamentaria en el mismo barrio y quien también le solía pedir prestado al pagadiario para cubrir sus deudas, presenció la difícil escena por la que tuvo que pasar Lucy y decidió prestarle dinero para que pudiera salvar su negocio.

Después de haber pasado por tan tormentosa situación, Lucy está convencida que de poder devolver el tiempo jamás hubiera recurrido a esta opción de crédito informal. “Pues aunque pude pagar y salir bien librada de esto, quedé con el doble de deudas que tenía antes de pedirlo. Realmente no es negocio para nadie”, agrega.